En el apartado veintitrés de Euterpe, Heródoto nos habla del Océano: “El que hace afirmaciones acerca del Océano, como ha remontado su noticia a lo desconocido no puede ser refutado: yo, a lo menos, no conozco ningún río Océano. Creo, sí, que Homero o alguno de los poetas anteriores inventó el nombre y lo introdujo en poesía.”
En el párrafo veinticuatro de Euterpe, Heródoto nos da su opinión sobre el Nilo y su crecimiento: “Si después de censurar las opiniones expuestas debo manifestar mi opinión sobre estos arcanos, diré por qué me parece que crece el Nilo en verano. En invierno el sol, rechazado por las tempestades de su antigua órbita, llega al sur de la Libia. Para demostrarlo lo más brevemente posible, ya todo queda dicho, pues es natural que la región a la que más se acerque o a la que recorra este dios esté más pobre en aguas, y queden secos los cauces de los ríos locales.”
En el párrafo veinticinco de Euterpe, Heródoto nos sigue hablando sobre el Nilo: “Para demostrarlo más largamente, el caso es así. Al recorrer el sol el sur de la Libia procede de este modo: como en todo tiempo el aire de esos parajes es sereno, y la región caliente y sin vientos fríos, al recorrer la obra el mismo efecto que suele obrar en verano, en su curso en medio del cielo: atrae el agua hacia sí y, atraída, la rechaza hacia los lugares altos, los vientos la toman y luego la esparcen y disuelven; y es natural que los vientos que soplan de esta región, el Sur y el Suroeste, sean con mucho los más lluviosos de todos los vientos. No creo que el sol envíe siempre toda el agua que toma anualmente del Nilo, sino que la reserva también para sí. Cuando se mitiga el invierno, vuelve otra vez el sol al medio del cielo, y desde entonces atrae hacia sí igualmente el agua de todos los ríos. Hasta este momento, los demás ríos, gracias a la abundante agua de lluvia que se les une (pues su territorio recibe lluvia y está surcado de torrentes), corre con gran caudal; pero en verano, cuando les faltan las lluvias, y el sol los absorbe, su corriente es débil. Pero como el Nilo no recibe lluvias, y es absorbido por el sol, natural es que sea el único río que en este tiempo corra mucho más menguado, comparado con sí mismo, que en verano; pues en verano es absorbido, a la par que todos los demás ríos, mientras en invierno es el único reducido.”
En el párrafo veintiséis de Euterpe, Heródoto nos sigue contando las causas de las inundaciones del Nilo : “ Así, pues, pienso que el sol es la causa de estos hechos. A mi parecer también es causa de que allá el aire sea seco, pues lo abrasa en su órbita; por eso siempre reina verano en el sur de la Libia. Pues si se trastornase el orden de las estaciones; y en la parte del cielo donde ahora se hallan el viento Norte y el Invierno, se asentaran el Sur y el Mediodía, y en donde está ahora el Sur se estableciese el Norte, si así fuera, rechazado el sol del medio del cielo por el invierno y el viento Norte, pasaría por el norte de Europa como recorre ahora el sur de Etiopía, y al atravesar toda Europa pienso que haría como ahora obra con el Nilo.”
En el párrafo veintisiete de Euterpe, Heródoto nos habla de la brisa en el Nilo:” Acerca de la brisa y por qué no se exhala del Nilo, tengo esta opinión: natural es que no haya viento alguno originario de países muy calurosos, pues la brisa suele provenir de algún lugar frío. Sean en fin estas cosas como son y como desde un principio han sido.”
En el párrafo veintiocho de Euterpe, Heródoto nos habla de las fuentes del Nilo:“En cuanto a las fuentes del Nilo, ninguno de cuantos traté, egipcio, libio o griego, declaró conocerlas, salvo el escriba del tesoro sagrado de Atenea en la ciudad de Sais en Egipto, y me pareció que bromeaba al afirmar que las conocía puntualmente. Decíame que había dos montes cuyas cumbres acababan en picos, situados entre la ciudad de Elefantina y la de Siena, en la Tebaida; esos montes se llamaban Crofi el uno y Mofi el otro, y las fuentes del Nilo, de insondable profundidad, manan en medio de ellos; la mitad del agua corre hacia el Egipto, cara al viento Norte, y la otra, hacia Etiopía y al viento Sur. De que las fuentes tengan insondable profundidad, decía, hizo la prueba el rey Psamético, quien mandó trenzar un cable de millares y millares de brazos, lo soltó y no llegó a fondo. Pero este escriba, si lo que contaba había sucedido de veras, demostraba (en mi concepto) que en ese lugar hay violentos remolinos, con flujo y reflujo, por precipitarse el agua contra los montes, de suerte que la sonda echada no puede irse al fondo.”
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