viernes, 25 de noviembre de 2011

La Historia de Egipto según Heródoto I




Heródoto describe en sus libros sus experiencias,lo que ve y lo que oye sobre la cultura egipcia, la geografia, la história.... Algunos de sus relatos se han tachado de exágerados o imprecisos... pero al fin y al cabo es lo que él cuenta en sus obras "Los nueve libros de la historia". En concreto nos vamos a centrar en Euterpe y vamos a seguir su interesante narración.
n el punto 99, Heródoto indica que después de haber expuesto sus observaciones, opiniones e investigaciones, pasa a contar los relatos que ha oido:"Hasta aquí todo cuanto he dicho es mi observación, mi opinión y mi investigación; en adelante voy a contar los relatos egipcios tal como los oí, aunque también les agregaré algo de mi observación. Min, el primero que reinó en Egipto, decían los sacerdotes, protegió con un dique a Menfis; porque el río corría todo hacia la montaña arenosa, en dirección a Libia, y Min formó con terraplenes el recodo que se encuentra a Mediodía, a unos cien estadios más arriba de Menfis, dejó en seco el antiguo cauce y derivó el río por medio de canales para que corriese a igual distancia de las dos montañas. Aún ahora, bajo el dominio de los persas, ese recodo del Nilo está muy vigilado y reforzado todos los años, para que corra desviado, pues si se le antoja al río romper por allí el dique y desbordarse, toda Menfis correria el riesgo de anegarse. Cuando este Min, que fue el primer rey, logró secar el terreno de donde había desviado el Nilo, fundó en él la ciudad que ahora se llama Menfis (Menfis se encuentra realmente en la parte estrecha de Egipto), y por fuera mandó excavar un lago derivado del río por el Norte y el Occidente (ya que por el Oriente la limita el mismo Nilo); y edificó en la ciudad el famoso santuario de Hefesto, que es grande y muy digno de memoria”.
A continuación (en el apartado 100) Heródoto nos cuenta la historia de Nitocris, la cual, para vengar a su hermano, planea y lleva a cabo su venganza:“Después de Min, enumeraban los sacerdotes según un libro trescientos treinta nombres de otros reyes. En tantas generaciones, dieciocho eran etíopes, una sola mujer, nativa, y los demás eran varones egipcios. La mujer que reinó tenía por nombre Nitocris, lo mismo que la que reinó en Babilonia. Contaban que para vengar a su hermano -el cual era rey de Egipto, los egipcios le habían matado, y luego de matarle le entregaron a ella el reino-, para vengarle, quitó la vida a muchos egipcios por medio de este ardid. Mandó construir una vasta habitación subterránea y, con pretexto de inaugurarla, aunque con intención de maquinar otras cosas, convidó a un banquete a muchos de los egipcios, los que sabía haber sido principales cómplices en la muerte. En medio del convite, soltó el río sobre ellos por medio de un gran conducto oculto. No contaban más acerca de la reina sino que, en cuanto ejecutó su intento, se arrojó a una estancia llena de ceniza, a fin de escapar a la venganza”.
En el apartado 101 , Heródoto cita al rey Meris y habla de sus monumentos, leamos lo que escribió:“De los demás reyes decían que no habían dejado monumento alguno y, por lo tanto, carecían de todo esplendor, salvo uno solo, el último de ellos, llamado Meris; éste dejó como monumentos el pórtico del templo de Hefesto, que mira al Norte, mandó excavar un lago (más adelante mostraré cuántos estadios de perímetros tiene), y levantó en él unas pirámides de cuyo tamaño haré mención junto con el lago. Tantos fueron los monumentos que dejó Meris, cuando de los demás, nadie dejó nada”.
A continuación, Heródoto habla de Sesostris y de como sometió a la población y como después de seguir navegando llega a un mar sin apenas agua para volver después a Egipto y someter a cada pueblo que entraba a su camino. Curioso el detalle que señala las columnas que construía diferenciando a los que habían luchado fieramente y los que habían sido cobardes. Esto es lo que dice en el punto ciento dos:Por lo mismo pasaré a éstos en silencio, para hacer mención del rey que les sucedió, y cuyo nombre fue Sesostris. Decían de él los sacerdotes, que salió primero del golfo arábigo con naves largas, sometió a los habitantes de las costas del mar Eritreo, y continuando su navegación llegó a un mar que a causa de los bajíos ya no era navegable. Después, al volver a Egipto (según el relato de los sacerdotes) juntó un ejército numeroso y marchó por tierra firme, sometiendo a cuanto pueblo encontraba. Cuando se encontraba con pueblos aguerridos que combatían esforzadamente por su libertad, erigía en su comarca unas columnas con una inscripción que decía su nombre, el de su patria y cómo con su fuerza los había sometido; pero cuando tomaba las ciudades sin combate ni dificultad, grababa en las columnas lo mismo que en las de los pueblos que se habían mostrado valientes, pero grababa además los miembros de una mujer, queriendo declarar que eran cobardes.
igamos con la narración de Hérodoro (Euterpe:103):”En esta forma recorrió el continente, hasta que pasó de Asia a Europa, y sometió a los escitas y a los tracios: me parece que ése es el punto más alejado al que llegó el ejército egipcio, pues en su país aparecen erigidas las columnas, y más allá ya no. Desde este término, dando la vuelta, emprendió el regreso; y cuando estuvo cerca del río Fasis, no puedo decir con certeza si entonces el mismo rey separó alguna gente de su ejército, y la dejó como colonos de la región, o si algunos de sus soldados, pesarosos de tanto viaje, se quedaron de suyo en los alrededores del río Fasis.”
Seguimos con lo que nos cuenta Heródoto en el apartado siguiente de su Euterpe, en este apartado nos habla sobre todo de los colcos:“Porque evidentemente los colcos parecen ser egipcios. Esto que digo, lo pensé yo antes de oírselo a nadie. Cuando me puse a meditar en ello, interrogué a unos y otros; y los calcos se acordaban de los egipcios más que los egipcios de los calcos, si bien decían los egipcios que, en su opinión, los colcos eran parte del ejército de Sesostris. Yo lo había presumido por este motivo: porque son negros y de pelo crespo (pero esto no lleva a nada, puesto que hay otros pueblos así), y mucho más porque son los únicos entre todos los hombres que se circuncidan desde sus orígenes, colcos, egipcios y etíopes. Los fenicios y los asirios de Palestina, confiesan ellos mismos haberlo aprendido de los egipcios. Los sirios comarcanos del río Termodonte y del Partenio, y los macrones, sus vecinos, afirman haberlo aprendido recientemente de los calcos. Éstos son los únicos hombres que se circuncidan, y es evidente que lo hacen del mismo modo que los egipcios. Entre los egipcios mismos y los etíopes no puedo decir cuál de los dos pueblos aprendió esta costumbre del otro, pues evidentemente es muy antigua. Pero tengo una gran prueba de que la aprendieron al tratarse con los egipcios, ya que todos los fenicios que tratan con los griegos, no imitan más a los egipcios en la circuncisión, y no circuncidan a los hijos que les nacen”.
sigamos leyendo lo que Heródoto nos cuenta, esta vez en el apartado 105 : “Ea, pues, diré de los colcos, otro punto en que se asemejan a los egipcios; ellos y los egipcios son los únicos que trabajan el lino del mismo modo. Entre los griegos el lino cólquico se llama sardónico, y egipcio, el que llega de Egipto.”
Continuamos con el relato de Heródoto, esta ves es el apartado 106 de su Euterpe, en el que nos habla de las columnas de Sesostris y los grabados esculpidos: “En cuanto a las columnas que levantaba Sesostris, rey de Egipto, en diversas regiones, las más ya no parecen; pero yo mismo vi las que existen en la Siria Palestina, con la inscripción de que he hablado y los miembros de una mujer. Hay también en Jonia dos figuras de ese hombre esculpidas en la roca; una en el camino que va del territorio de efeso a Focea; otra en el que va de Sardes a Esmirna. En ambas partes está esculpido un hombre alto de cinco palmos, con lanza en la mano derecha, y arco en la izquierda; y por el estilo la restante armadura, ya que es parte egipcia y parte etiópica. Desde un hombro a otro corren esculpidos por el pecho caracteres egipcios sagrados que dicen: Esta región la gané con mis hombros. No indica allí quién sea ni de dónde venga, pero en otras partes lo ha indicado. Algunos de los que vieron tales figuras conjeturan que es la imagen de Memnón, mas están muy lejos de la verdad.””
Sigamos con la narración de Heródoto (Euterpe 107) :”Mientras que el egipcio Sesostris regresaba trayendo muchos hombres de los pueblos cuyos territorios había sometido, al llegar de vuelta a Dafnas de Pelusio -contaban los sacerdotes- el hermano a quien Sesostris había confiado el Egipto, le invitó a él y con él a sus hijos a un convite. Amontonó leña alrededor de la casa, y luego de amontonarla, la prendió. Cuando Sesostris lo advirtió, consultó inmediatamente con su mujer, pues también llevaba a su mujer en su compañía. Y ella le aconsejó que de los seis hijos que tenían tendiera dos sobre la hoguera para formar un puente sobre las llamas, y salvarse ellos andando por sobre los muertos. Así hizo Sesostris; dos de sus hijos murieron quemados de esa manera, los restantes se salvaron junto con su padre”.
Sigamos con la narración de Heródoto, apartado 108 de su libro, donde nos habla de Sesostris y de los canales “Una vez vuelto Sesostris a Egipto y vengado de su hermano, se sirvió de la muchedumbre que traía consigo, de los territorios que había sometido, para este fin, ellos fueron los que arrastraron las enormes piedras llevadas en su reinado al templo de Hefesto, y ellos cavaron a la fuerza todos los canales que ahora existen en Egipto, y sin proponérselo hicieron que Egipto, antes recorrido por carros y caballos, dejase de serlo; en efecto: desde aquella sazón, Egipto es todo llanura, no puede ser recorrida por carros y caballos; causa de esto son los canales, muchos en número y orientados en todas direcciones. El rey cortó el terreno por este motivo: cuantos egipcios tenían sus ciudades no sobre el río, sino tierra adentro, ésos, cuando el río se retiraba, faltos de agua, utilizaban el líquido bastante salobre de los pozos. Por ese motivo, pues, se abrieron canales en Egipto”.

En el apartado 109, Heródoto nos dice los siguiente: “Ese rey, decían los sacerdotes, distribuyó la tierra a todos los egipcios, dando a cada uno un lote igual, en forma de cuadrado. Partiendo de esta distribución, estableció las rentas, ordenando que se pagara un tributo anual. Si el río se llevaba parte del lote de alguien, debía éste acudir al rey, e indicarle lo que había pasado; el rey enviaba gentes para examinar y medir en cuánto había desminuido el terreno, para que en adelante pagase a proporción el tributo fijado. Me parece que, inventada de aquí la geometría, pasó después a Grecia. Pues en verdad el reloj de sol, el gnomon y las doce partes del día lo aprendieron los griegos de los babilonios”.
En el apartado ciento diez de su Euterpe, Heródoto nos sigue hablando de Sesostris :“Éste fue el único rey egipcio que ejerció dominio sobre la Etiopía. Dejó como monumentos delante del templo de Hefesto unas estatuas de piedra, dos de las cuales, la suya y la de su esposa, de treinta codos, y las de sus hijos, que son cuatro, de veinte codos cada una. Mucho tiempo después, el sacerdote de Hefesto no permitió que el persa Darío colocase su estatua delante de éstas, diciéndole que no había realizado proezas tales como Sesostris; pues Sesostris, no habiendo sometido menos pueblos que Darío, sometió también a los escitas, y Darío no había podido vencer a los escitas; y no era justo que colocase su estatua delante de las ofrendas de aquél si no le había sobrepasado en hazañas. Cuentan que Darío perdonó estas palabras”.
En el apartado ciento once de su Euterpe, Heródoto nos cuenta como después de la muerte de Sesostris le hereda su hijo Feros, de la ceguera de este y de la quema de las mujeres que habiendo donado su origa para curar su ceguera, no eran mujeres fieles: “Muerto Sesostris, decían, heredó el reino su hijo Feros. Éste no emprendió ninguna campaña y tuvo la desgracia de volverse ciego por esta causa: bajaba el río en una de las mayores avenidas, llegando entonces a dieciocho codos, había anegado los cultivos y, azotado por el viento, levantaba oleaje. Dicen que ese rey, presa de orgullosa temeridad, tomó su lanza y la arrojó en medio de los remolinos del río. En seguida enfermó de los ojos y perdió la vista. Diez años vivió ciego, y al undécimo le llegó un oráculo de la ciudad de Buto que le anunciaba el término de su castigo, y que recobraría la vista si se lavaba los ojos con la orina de una mujer que hubiese conocido únicamente a su marido, sin comercio con ningún otro hombre. Probó primero la de su propia mujer; pero como no recobraba la vista, siguió haciendo prueba en la de muchas. Cuando recobró la vista, condujo todas las mujeres que había puesto a prueba, excepto aquella con cuya orina había sanado, a cierta ciudad que se llama al presente Tierra Roja, y allí las quemó a todas, junto con la ciudad. A aquella con cuya orina había recobrado la vista, la tuvo por mujer. Cuando curó de su enfermedad, entre otras ofrendas que consagró en todos los santuarios, merecen particular mención los monumentos dignos de verse que consagró en el templo del Sol: son dos obeliscos de piedra, cada cual de una sola pieza, de cien codos de alto y ocho de ancho”
En el apartado 112, Heródoto nos cuenta como Proteo hereda el reino y nos habla también de Afrodita y su templo :“Decían que después de éste, heredó el reino un ciudadano de Menfis, cuyo nombre en lengua griega es Proteo; su recinto sagrado está ahora en Menfis, muy bello y bien adornado, sito al Sur del templo de Hefesto. Alrededor de este recinto viven los fenicios de Tiro, y se llama todo aquel lugar Campo de los Tirios. Dentro del recinto sagrado de Proteo hallase un santuario que se llama Afrodita forastera. Conjeturo que ese santuario es de Helena, hija de Tíndaro, no sólo porque he oído el relato de cómo Helena moró en el palacio de Proteo, sino también porque lleva la advocación de Afrodita, y ninguno de los demás santuarios de Afrodita lleva la advocación de forastera”.
Cuando yo interrogaba a los sacerdotes acerca de Helena, me contaron que había sucedido con ella del siguiente modo: Alejandro, luego que hubo robado a Helena de Esparta, se embarcó de vuelta a su patria; al encontrarse en el Egeo, unos vientos contrarios lo arrojaron al mar de Egipto, y desde allí, pues no paraban los vientos, arribó a Egipto, a la boca del Nilo que ahora se llama Canópica y a Tariqueas. Había en la playa, y lo hay todavía, un santuario de Heracles; al esclavo que en él se refugia, de cualquier dueño sea, si se entrega al dios y recibe los estigmas sagrados, no es lícito tocarle. Esta ley, desde el principio hasta mis tiempos, se ha mantenido idéntica. Informados, pues, de la ley del santuario, los criados de Alejandro se apartaron de él y, sentados como suplicantes del dios, acusaron a Alejandro, con ánimo de dañarle refiriendo toda la historia de Helena, y del agravio infringido a Menelao; así le acusaban en presencia de los sacerdotes y del guardián de esa boca del río, cuyo nombre era Tonis.
Apartado 114 , habla del mensaje a Proteo y su respuesta: “Al oírles, Tonis envió a toda prisa un mensaje para Proteo, que decía así: Acaba de llegar un extranjero de linaje teucro, que ha cometido en Grecia un crimen impío; ha seducido la esposa de su mismo huésped, y se lleva a esta mujer e inmensos tesoros; los vientos le arrojaron a tu tierra. ¿Le dejamos que se haga a la mar impunemente, o le quitaremos lo que traía consigo? Proteo envió un correo con la siguiente respuesta: A ese hombre, sea quien fuere, que ha cometido un crimen impío contra su mismo huésped, prendedle y llevadle a mi presencia para que sepa yo qué razones podrá dar”.
En el apartado ciento quince Heródoto continua con el relato: “Al oír esta orden, Tonis prendió a Alejandro y retuvo sus naves; luego le condujo a Menfis con Helena, sus tesoros, y además con los suplicantes. Trasladados todos, Proteo preguntó a Alejandro quién era y de dónde navegaba: Alejandro le expuso su linaje: le dijo el nombre de su patria, y le refirió su viaje y el puerto de donde procedía. Luego preguntó Proteo de dónde había tomado a Helena: como Alejandro se enredaba en su explicación y no decía la verdad, los suplicantes de Heracles le desmintieron y dieron cuenta puntual del agravio. Al fin, Proteo pronunció esta sentencia: Si no pusiese mucho empeño en no matar a ningún extranjero de cuantos, arrojados por los vientos, han venido a mis dominios, yo vengaría al griego en ti, ¡OH el más vil de todos los hombres! que, recibido como huésped, cometiste el más impío crimen. Te llegaste a la esposa de tu propio huésped: y no contento con esto le diste alas y te la llevas robada. Y ni aún esto te bastó, y te vienes después de haber saqueado la casa de tu huésped. Ahora bien: ya que pongo mucho empeño en no matar extranjeros, no te mataré; pero no te permitiré que te lleves a esa mujer con los tesoros, sino que guardaré una y otros para tu huésped griego, hasta que él mismo quiera venir a llevárselos. A ti Y a tus compañeros os ordeno salir de mis dominios dentro de tres días; si no, seréis tratados como enemigos”.
En el siguiente apartado Heródoto ahabla de helena y cita versos de la Odisea y Aristía: “Así, decían los sacerdotes, fue la llegada de Helena al palacio de Proteo. Y me parece que Homero tuvo noticia de esta historia; pero como no era tan apta para la epopeya como aquella de que se sirvió, la dejó a un lado, aunque manifestando que también la conocía. Está claro por lo que compuso en la Illiada (y en ninguna otra parte se desdijo) acerca de la peregrinación de Alejandro, el cual, cuando se llevaba a Helena, perdió el rumbo, aportó en sus rodeos a diferentes países y entre ellos a Sidón, ciudad de Fenicia. De ellos hace memoria Homero en la Aristia de Diomedes; sus versos dicen así:Allí los peplos bordados, obra de esclavas sidoniasque de Sidón trajo Paris, semejante a un dios del cielocuando cruzó el ancho mar en viaje funesto y trajoa la divina Ilion, a Helena, de ilustre padre.Y también hace memoria en la Odisea en los siguientes versos:Tan sabias drogas tenia, Helena, hija de Zeus,regalo de Polidamna la egipcia, esposa de Ton,que el fértil suelo de Egipto engendra copia de drogasmuy variadas, saludables muchas y muchas letales.Y Menelao dice a Telémaco estos otros:Por más que ansiaba volver, me retuvieron los diosesen Egipto, por no hacerles acabado sacrificio.En estos versos Homero demuestra que conocía la peregrinación de Alejandro al Egipto, pues Siria confina con el Egipto, y los fenicios, a quienes pertenece Sidón, viven en Siria.”
Seguimos en el apartado ciento diecisiete con las menciones de Heródoto a los versos:” Conforme a estos versos se demuestra también -y no incierta, sino seguramente- que los Cantares ciprios no son de Homero, sino de algún otro poeta; pues en los Cantares ciprios se dice que Alejandro, cuando trajo a Helena, llegó en tres días de Esparta a Ilion, con viento propicio y mar serena, y en la Iliada dice que perdió su rumbo al traerla.”
Seguimos con lo que nos cuenta Heródoto en su apartado ciento dieciocho, nos habla, siguiendo la historia de Helena y Alejandro: “Pero queden enhorabuena Homero y los Cantares ciprios. Cuando pregunté a los sacerdotes sobre si era o no fábula necia lo que cuentan los griegos acerca de la guerra de Troya, me contestaron con la siguiente narración, que decían haber averiguado del mismo Menelao. Después del rapto de Helena, llegó a la tierra de los teucros un gran ejército griego en socorro de Menelao. Luego de desembarcar y acampar, enviaron a Ilion embajadores y fue con ellos el mismo Menelao; entrado que hubieron en la plaza, reclamaron a Helena y los tesoros que había hurtado Alejandro, y exigieron satisfacción de la injuria. Pero los troyanos, entonces y después, con juramento o sin él dijeron lo mismo: que no tenían a Helena ni los tesoros demandados; que todo eso se hallaba en Egipto, y que no era justo dar ellos satisfacci6n de lo que retenía el rey egipcio. Los griegos, pensando que los troyanos se mofaban, sitiaron la ciudad hasta tomarla; mas después de tomada, como no parecía Helena, y oían siempre la misma explicación, se convencieron al fin y enviaron a Menelao para que se presentase ante Proteo”.
En el apartado ciento diecinueve, Heródoto nos cuenta mas sobre Menelao, y sobre el crimen de los dos niños a los que despedazó en el sacrificio:”Llegó Menelao al Egipto, remontó el río hasta Menfis, y cuando contó la verdad de las cosas, no sólo obtuvo grandes regalos de hospitalidad, sino también recibió intacta a Helena, y además todos sus tesoros. A pesar de tales beneficios, Menelao se condujo inicuamente con los egipcios, pues deseando hacerse a la vela, como le retenían vientos contrarios y esta situación duraba mucho tiempo, maquinó un crimen impío: tomó dos niños de unas gentes del país, y los despedazó en sacrificio. Después, cuando se divulgó el crimen, abominado y perseguido, huyó con sus naves hacia Libia. Qué rumbo siguiese después desde allí, no pudieron decirme los egipcios; y declaraban que sabían lo referido, parte por sus averiguaciones y parte lo conocían con certeza, por haber acontecido en su país.
Seguimos con las narraciones de Heródoto, y en el apartado ciento veinte nos indica que da crédito a la historia de Helena y explica la razón: “Así decían los sacerdotes egipcios. A la verdad, yo también doy crédito a la historia de Helena, tomando en cuenta lo siguiente: si Helena hubiera estado en Troya, hubiera sido devuelta a los griegos, quisiese o no quisiese Alejandro. Porque ni Príamo hubiera sido tan insensato ni sus demás deudos, como para poner en riesgo sus vidas, las de sus hijos y la de la ciudad para que Alejandro gozara de Helena. Aun cuando en los primeros tiempos decidieran no restituirla, después de perecer muchos troyanos en cada encuentro con los griegos y de que no hubiese batalla en que no muriesen dos o tres o aun más hijos del mismo Príamo (si se ha de hablar dando crédito a los poetas épicos), con tales desgracias sospecho que aunque el mismo Príamo gozase de Helena, la hubiese devuelto a los aqueos, si con eso iba a librarse de los males que le rodeaban. Ni tampoco había de tocar a Alejandro el reino, de suerte que, siendo Príamo viejo, los asuntos estaban en sus manos; antes bien Héctor, que era mayor y más hombre que aquél, había de heredar a la muerte de Príamo, y no le convenía permitir la indignidad de su hermano, y eso cuando por su causa le sucedían grandes desgracias a él en particular y a todos los demás troyanos. Es que no tenían cómo devolver a Helena, y aunque decían la verdad, no les daban crédito los griegos; la divinidad, para decir lo que siento, disponía que pereciesen con total ruina para hacer manifiesto a los hombres que por los grandes crímenes infligen los dioses grandes castigos. Lo que he dicho es mi opinión personal”

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