Seguimos con la historia, y en el apartado siguiente, Heródoto nos dice: “Andando el tiempo, como Periandro había envejecido y reconocía que ya no era capaz de vigilar y despachar los negocios, envió a Corcira un invitado para decirle a Licofrón que se encargara del mando , pues en el hijo mayor no veía capacidad y le tenía por algo menguado y débil. Pero Licofrón ni se dignó responder al que llevaba el mensaje. Periandro, aferrado al joven, volvió a enviarle mensaje, esta vez con su hermana, e hija suya, pensando que escucharía a ella más que a nadie. Cuando llegó, le habló así: Niño ¿quieres que la tiranía caiga en otras manos, y que la casa de tu padre se pierda, antes que partir de aquí y poseerla tú mismo? Ve al palacio, no más castigo contra ti mismo. Necio es el amor propio, no cures mal con mal. Muchos prefieren la equidad a la justicia. Ya muchos por reclamar la herencia materna han perdido la paterna. La tiranía es resbaladiza y tiene muchos pretendientes: él está ya viejo y caduco. No entregues a los extraños tus propios bienes. Enseñada por su padre, la hermana le proponía las más persuasivas razones; y con todo Licofrón respondió que mientras supiera que vivía su padre, jamás volvería a Corinto. Después que la hija dió cuenta de esa respuesta, Periandro, por tercera vez envió a su hijo un heraldo: pensaba ir él a Corcira, y le invitaba a venirse a Corinto, y sucederle en la tiranía. Como convino el hijo en estos términos, Periandro se disponía a pasar a Corcira, y el hijo a Corinto. Noticiosos los corcireas de estos particulares, dieron muerte al joven para impedir que Periandro viniese a su tierra. Por ese crimen Periandro quiso vengarse de los corcireos preguntemos de parte de quién viene a intimamos obediencia al rey Esmerdis.”.”
Y sigo con Talia, ahora con el apartado cincuenta y cuatro… a pesar de que no se hable de Egipto en estos apartados, los considero interesantes y por eso sigo con la historia. De todas formas tendré que volver atrás a Euterpe para volver a otros apartados que omití ya que comencé hablando de un apartado determinado, en fin, seguimos con Heródoto: “No bien llegaron los lacedemonios con una gran expedición, pusieron sitio a Sama. Atacaron los muros y escalaron el baluarte que está junto al mar en el arrabal de la ciudad, pero luego acudió al socorro Polícrates en persona con mucha tropa, y fueron rechazados. Por el baluarte superior, que está en la cresta del monte, atacaron los auxiliares y muchos de los mismos samios, y después de sostener por poco tiempo el ataque de los lacedemonios, se dieron a la fuga; aquéllos les persiguieron y mataron.”
En el apartado cincuenta y cinco de Talía, Heródoto nos dice lo siguiente: “Si ese día todos los lacedemonios presentes se hubieran portado con el ardor con el que actuaron Arquias y Licopas, Sama habría caído sin tanta refriega. En efecto: Arquias y Licopas fueron los únicos que irrumpieron en la plaza con los samios que huían; y, cortada la retirada, murieron dentro de la ciudad de los samios. Yo mismo me encontré en Pitana (pues de este demo era) con un descendiente en tercer grado de ese Arquias: otro Arquias, hijo de Samio, hijo de Arquias; los forasteros a quienes más honraba eran los samios; y decía que habían puesto a su padre el nombre de Samio porque el padre de éste, Arquias, había muerto distinguiéndose en Samo; y decía que honraba a los samios porque públicamente habían dado honrosa sepultura a su abuelo.”
En el apartado siguiente, el cincuenta y seis, Heródoto nos cuenta como después de pasados cuarenta días, los lacedemonios vuelven y que Policrates les entrega moneda que acuña en bronce y que los lacedemonios consideran como buena: “Pasados cuarenta días de sitio, viendo los lacedemonios que la empresa nada adelantaba, se volvieron al Peloponeso. Según cuenta la historia menos juiciosa, pero difundida, Policrates acuñó gran cantidad de moneda del país, de plomo, la doró y la dio a los lacedemonios; éstos la recibieron y entonces se volvieron. Esta expedición fue la primera que hicieron contra el Asia los lacedemonios dorios.”
En el apartado cincuenta y siete, Heródoto nos cuenta lo siguiente:Los samios que habían marchado contra Policrates, ya que los lacedemonios estaban por abandonarles, hicieronse también a la vela rumbo a Sifno. Porque necesitaban dinero, y a la sazón la situación de los sifnios se hallaba en auge y eran los más ricos de todos los isleños, pues tenían en su isla minas de oro y plata; a tal punto, que del diezmo de las riquezas producidas en el país consagraron en Delfos un tesoro que no cede a los más ricos; y cada año se repartían las riquezas producidas. Al tiempo, pues, de construir su tesoro, preguntaron al oráculo si era posible que les durase mucho tiempo su presente prosperidad, y la Pitia les respondió así:Pero cuando sea blanco el pritaneo de Sifnoy blanco el borde del ágora, precisas un varón sabiocontra el pregonero rojo y la emboscada de leño.Y quiso la suerte que al acabar puntualmente los Sifnios de adornar su plaza y pritaneo con el blanco mármol de Paros, llegasen allá los samios en sus naves
En el apartado cincuenta y ocho de Talía, Heródoto continua narrando la historia, por lo visto no pudieron comprender al oráculo: “No fueron capaces de comprender ese oráculo, ni entonces mismo ni cuando los samios llegaron. Pues los samios, apenas arribados a la isla, destacaron una de sus naves, que llevaba embajadores a la ciudad. Antiguamente todas las naves estaban pintadas de almagre, y esto era lo que la Pitia predecía a los sifnios: que se guardasen de la emboscada de leño y del pregonero rojo. Llegaron, pues, los mensajeros y rogaron a los sifnios les prestasen diez talentos. Como los sifnios se negaran a prestárselos, los samios empezaron a saquearles la tierra. Enterados los sifnios, acudieron inmediatamente al socorro; trabaron combate con ellos y fueron derrotados; a muchos cortaron los samios la retirada hacia la plaza; y, luego de esto, exigieron cien talentos.”
En el aparatado cincuenta y nueva, Heródoto nos sigue contando lo que les pasó a los samios:”Con esta suma compraron a los hermioneos la isla Hidrea, en la costa del Peloponeso, y la entregaron en depósito a los trecenios; ellos poblaron a Cidonia, en Creta, bien que no se habían embarcado con este fin, sino para arrojar a los zacintios de la isla. Permanecieron en ésta con próspera fortuna cinco años, de modo que ellos son los que edificaron los santuarios que hay ahora en Cidonia, y el templo de Dictina. Al sexto año, les vencieron los eginetas en una batalla naval y les hicieron esclavos con ayuda de los cretenses; los vencedores cortaron los espolones de las galeras, hechos en forma de jabalí, y los consagraron en el templo de Atenea en Egina. Tal hicieron los eginetas movidos de encono contra los samios. En efecto: los samios fueron los primeros, cuando Antícrates reinaba en Samo, en entrar en campaña contra Egina, causando y sufriendo grandes calamidades. Tal, pues, fue la causa.”
En el apartado número sesenta de Talía, Heródoto nos habla acerca del túnel para llevar agua, el muelle y el templo: “Algo más me he alargado al hablar de los samios porque han ejecutado las tres obras más grandes entre todos los griegos. En su monte de ciento cincuenta brazas de altura, abrieron un túnel que comienza al pie, y de dos bocas. El túnel tiene siete estadios de largo y ocho pies de alto y de ancho. A lo largo está abierto otro conducto de veinte codos de profundidad y tres pies de ancho, por el cual llega hasta la ciudad el agua llevada en arcaduces y tomada desde una gran fuente. El arquitecto de este túnel fue Eupalino de Mégara, hijo de Náustrofo. Esa es una de las tres obras. La segunda es su muelle, alrededor del puerto y levantado dentro del mar, de veinte brazas y más de hondo, y el largo del muelle es mayor de dos estadios. La tercera obra que han hecho es un templo, el mayor de todos los templos que hayamos visto, cuyo primer arquitecto fue Reco, natural de Samo e hijo de Fíles. A causa de estas obras me he alargado más al hablar de los samios.”
Pasamos al apartado sesenta y uno de Talía donde Heródoto vuelve a hablarnos de Cambises:”Mientras Cambises, hijo de Ciro, se detenía en Egipto cometiendo locuras, se sublevaron dos magos hermanos, a uno de los cuales había dejado Cambises por guardián de su palacio. Este mago, pues, se sublevó luego de observar que se mantenía secreta la muerte de Esmerdis, que eran pocos los persas sabedores de ella, y que los más le creían vivo. En consecuencia, atacó a la casa reinante con el siguiente plan. Tenia un hermano mago (quien, como dije, se sublevó con él), en extremo semejante en rostro a Esmerdis, hijo de Ciro, a quien había muerto Cambises a pesar de ser su propio hermano. Y no sólo era semejante en rostro a Esmerdis, sino también tenía el mismo nombre: Esmerdis. El mago Paticites convenció a este hombre de que allanaría todas las dificultades y le colocó en el trono real. Luego de esto despachó correos, tanto a las demás partes, como asimismo al Egipto, para intimar al ejército que en adelante se había de obedecer a Esmerdis, hijo de Ciro, y no a Cambises.”
Seguimos con Talia, y en el apartado número sesenta y dos, Heródoto nos sigue narrando la historia de cómo actua Cambises cuand oye el pregón :” En efecto: no sólo los demás heraldos hicieron esta proclama, sino también el enviado al Egipto (que halló a Cambises, con su ejército en Ecbátana, lugar de la Siria) se colocó en medio del campo y pregonó lo que le había encargado el mago. Oyó Cambises el pregón de boca del heraldo, y pensando que decía verdad y que le había traicionado Prexaspes (esto es, que enviado para dar muerte a Esmerdis, no lo había hecho), miró a Prexaspes y dijo: Prexaspes, ¿así cumpliste las órdenes que te di? Y aquél respondió: Señor, no es verdad que Esmerdis, tu hermano, se haya sublevado ni que te mueva querella, grande o pequeña; pues yo mismo ejecuté lo que me ordenaste y con mis propias manos le di sepultura. Si es verdad que los muertos resucitan, espera que aun el medo Astiages no se te subleve; pero si todo sigue como antes, no estallará ninguna rebelión, por lo menos de parte de Esmerdis. Por ahora me parece que persigamos al heraldo, le examinemos y
En el apartado sesenta y tres, Heródoto nos cuenta que Cambises pregunta a Prexaspes si fue Esmerdis quien dio las ordenes y le contesta que no había visto a Esmerdis, pero leamos el relato: “ Así dijo Prexaspes; y como gustó de ello Cambises, inmediatamente envió a buscar al heraldo, quien volvió y, una vez llegado le preguntó así Prexaspes: Heraldo, ya que dices venir como mensajero de Esmerdis, hijo de Ciro, di ahora la verdad y vete enhorabuena. ¿Fue el mismo Esmerdis quien se mostró en tu presencia y te dió esas órdenes, o fue alguno de sus criados? Y respondió aquél: Yo, desde que el rey Cambises partió para Egipto, nunca más he visto a Esmerdis, hijo de Ciro. El mago a quien dejó Cambises por encargado del palacio me dió esas órdenes diciendo que era Esmerdis, hijo de Ciro, quien mandaba deciroslas. Así les habló sin faltar en nada a la verdad, y Cambises dijo: Prexaspes, como hombre de bien cumpliste lo mandado y estás libre de culpa. Pero ¿quién podrá ser ese persa rebelde que se ha alzado con el nombre de Esmerdis? Aquél respondió: Me parece comprender lo que ha sucedido, rey. Los magos son los sublevados: Paticites, a quien dejaste por guardián del palacio, y su hermano Esmerdis.”
Menos mal que se aclaró el lio con lo del oráculo,pero siguió preocupándole a Cambises ..ahora sigamos con el apartado sesenta y cuatro de Talia , donde Heródoto nos describe a un Cambises conmovido y nos cuenta lo dela herida en el muslo; “Al oír entonces Cambises el nombre de Esmerdis, le conmovió la verdad de las palabras, y de la visión en que le pareció que alguien le anunciaba en sueños que, sentado Esmerdis sobre el trono real, tocaba el cielo con la cabeza. Comprendiendo cuán en balde había hecho perecer a su hermano, lloró a Esmerdis; y después de llorar y lamentarse por todo el caso, saltó a caballo, con la intención de marchar a toda prisa a Susa contra el mago. Y al saltar a caballo, se desprendió de la vaina de la espada el pomo, y la espada desnuda le hirió en el muslo. Herido en la parte misma en que antes había herido al dios de los egipcios, Apis, y pareciéndole mortal la herida, preguntó Cambises por el nombre de la ciudad, y le dijeron que era Ecbátana. Tiempo atrás, un oráculo venido de la ciudad de Buto le había profetizado que acabaría su vida en Ecbátana. Cambises pensaba que moriría viejo en Ecbátana de Media, donde tenía toda su hacienda, pero el oráculo se refería por lo visto a la Ecbátana de la Siria. Y entonces al preguntar y oír el nombre de la ciudad, atormentado por el dolor que le causaba el caso del mago y la herida, recobró el juicio y comprendiendo el oráculo dijo: Aquí quiere el destino que acabe Cambises, hijo de Ciro.”
En el apartado siguiente, el número sesenta y cinco de Talía, Heródoto nos cuenta como , después de los hechos acontecidos anteriormente, Cambises cuenta que había tenido una visión cuando estaba en Egipto.” Nada más dijo entonces; unos veinte días después convocó a los persas más principales que estaban con él y les habló en estos términos: Persas, me veo obligado a descubriros lo que más que cosa alguna escondía. Cuando yo estaba en Egipto tuve en sueños una visión, que ojalá nunca hubiera tenido; me pareció que un mensajero venido de mi casa anunciaba que Esmerdis, sentado en el trono real, tocaba el cielo con la cabeza. Temeroso de verme privado del poder por mi hermano, obré con más prisa que discreción; pues sin duda no cabía en la naturaleza humana impedir lo que había de suceder; pero yo, insensato, envié a Susa a Prexaspes para matar a Esmerdis. Cometido tan gran crimen vivía seguro, sin pensar en absoluto que, quitado de en medio Esmerdis, persona alguna se me sublevara. Pero me engañé totalmente con lo que había de suceder, me he hecho fratricida sin ninguna necesidad, y me veo con todo despojado de mi reino; porque era Esmerdis el mago, aquel que en mi visian la divinidad me previno que se sublevaría. Lo que cometí, cometido está; no contéis más con que existe Esmerdis, hijo de Ciro. Los magos se han apoderado del reino; el que dejé por encargado de palacio, y su hermano Esmerdis. Aquel que más que nadie debiera vengarme del ultraje que he recibido de los magos, murió de muerte impía por el más allegado de sus parientes. Lo más necesario de lo que resta es encargaros a vosotros, persas (en segundo término, ya que no vive mi hermano), lo que quiero se haga a mi muerte. Os conjuro, pues, a todos vosotros y en particular a los Aqueménidas presentes, invocando todos los dioses de la casa real, que no toleréis que la supremacía vuelva a los medos: sino que si con engaño, la han adquirido, con engaño se la quitéis; si con fuerza la usurparon, con fuerza, y por violencia la recobréis. Si así lo hiciereis, ojalá la tierra os dé fruto, ojalá sean fecundas vuestras mujeres y vuestras greyes, y seáis siempre libres. Pero si no recobrareis el imperio ni acometiereis la empresa, ruego que os suceda todo lo contrario y, además, que tenga cada persa un fin como el que yo he tenido. Y al decir estas palabras, lloraba Cambises su destino.
En el apartado número sesenta y seis, Heródoto nos cuenta como los persas ven llorar al ver llorar a su rey rasgan sus vestiduras y le acompañan en su lamento y posteriormente Cambises fallece sin dejar descendencia: “Los persas al ver llorar a su rey rasgaron todos las vestiduras que llevaban y prorrumpieron en infinitos lamentos. Poco después, como se cariase el hueso y se pudriese en seguida el muslo, el mal se llevó a Cambises, hijo de Ciro, después de reinar siete años y cinco meses, y sin dejar prole alguna, ni varón ni hembra. Fue muy duro de creer a los persas presentes que los magos poseyesen el mando; antes sospecharon que lo que Cambises había dicho acerca de la muerte de Esmerdis era calumnia para denigrarle y enemistarles con todos los persas. Ellos pues, creían que Esmerdis, hijo de Ciro, era quien se había constituido en rey, porque Prexaspes, por su parte, negaba tenazmente haber dado muerte a Esmerdis, pues muerto Cambises, no era seguro para él confesar que había hecho perecer con sus propias manos al hijo de Ciro.”
Seguimos con la historia según Heródoto, y en el apartado sesenta y siete nos habla del mago usurpador que toma el nombre de Esmendis:”Así, pues, a la muerte de Cambises, el mago, usurpando el nombre de Esmerdis, su tocayo, reinó sin temor los siete meses que faltaban a Cambises para completar los ocho años. En ellos hizo grandes mercedes a todos sus súbditos, de suerte que cuando murió todos los pueblos de Asia, excepto los persas, le echaron de menos, pues el mago envió emisarios a cada pueblo de sus dominios, para proclamar exención de milicia y tributo por tres años.”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario