Seguimos con Talia, y en el apartado sesenta y ocho, Heródoto nos cuenta como fue descubierto el mago: “Proclamó esto, enseguida que subió al poder; pero al octavo mes fue descubierto del siguiente modo. Otanes, hijo de Farnaspes, figuraba entre los primeros persas en nobleza y en riqueza. Este Otanes fue el primero que entró en sospecha de que el mago no era Esmerdis, hijo de Ciro, sino quien verdaderamente era, fundándose en que no salía del alcázar y en que no llamaba a su presencia a ninguno de los persas principales. Movido de esta sospecha, hizo como sigue: Cambises había tenido por mujer una hija suya, de nombre Fedima, y la tenía entonces el mago, quien vivía con ella así como con todas las demás mujeres de Cambises. Mandó, pues, Otanes a preguntar a su hija con qué hombre dormía, si con Esmerdis, hijo de Ciro, o con algún otro. Mandó ella a contestar que lo ignoraba, puesto que nunca antes había visto a Esmerdis, hijo de Ciro, ni sabía quién era el que con ella vivía. Envió Otanes por segunda vez y dijo: Si no conoces tú misma a Esmerdis, hijo de Ciro, pregunta a Atosa con quién vivís, así ella como tú, pues ella sin duda no puede menos de conocer a su propio hermano. Respondió a esto Fedima: Ni puedo abocarme con Atosa, ni verme con ninguna otra de las mujeres que moran conmigo. Apenas este hombre, sea quien quiera, tomó posesión del reino, nos dispersó alojándonos a cada una en otra parte.”
Seguimos con la narración de Heródoto y en el apartado sesenta y nueve nos dice lo siguiente sobre la usurpación de personalidad del mago como de forma astuta(durmiento con el) vieron que no tenia orejas: “Al oír esto, Otanes vió más clara la impostura. Envió a su hija un tercer mensaje que decía así: Hija, tú que eres bien nacida, debes acoger el peligro al que tu padre te ordena exponerte, pues si de veras no es Esmerdis, hijo de Ciro, sino quien yo presumo, es preciso que ese impostor que duerme contigo y detenta el imperio de los persas, no se retire contento, sino que lleve su castigo. Ahora, pues, haz lo que te digo: cuando se acueste contigo y le veas bien dormido, tiéntale las orejas. Si ves que tiene orejas, haz cuenta que eres mujer de Esmerdis, hijo de Ciro; pero si no las tuviere, lo eres del mago Esmerdis. Envió la respuesta Fedima diciendo que si así lo hacía correría gran peligro; pues si llegaba a no tener orejas y la cogía en el momento de tentarle, bien sabía que acabaría con ella; pero, no obstante, lo haría. Así, prometió a su padre ejecutar sus órdenes. A este mago Esmerdis le había cortado las orejas Ciro, hijo de Cambises, por algún delito sin duda no leve. Fedima, la hija de Otanes, cumplió todo lo que había prometido a su padre. Cuando llegó su vez de presentarse al mago (pues las mujeres de Persia van por turno a estar con sus maridos), fue a acostarse con él; y cuando el mago estuvo profundamente dormido, le tentó las orejas. Fácilmente y sin dificultad vio que el hombre no tenía orejas. Apenas amaneció el día, envió recado a su padre dándole cuenta de lo sucedido.”
En el apartado setenta, Heródoto nos cuenta como Otantes relata todo lo que habia averiguado a los dos persas, los cuales también sospechaban algo y preparan un plan :“Otanes tomó consigo a Aspatines y Gobrias, que eran los primeros entre los persas y los que le merecían mayor confianza, y les contó el asunto. Ellos mismos, por su parte, sospechaban que así era, y cuando Otanes refirió su historia, le dieron crédito. Decidieron que cada cual se asociara a otro persa, aquel en quien más confiase. Así, Otanes, escogió a Intafrenes, Cabrias a Megabizo, y Aspatines a Hidarnes. Siendo ya seis los conjurados, llega a Susa Darío, hijo de Histaspes, venido de Persia, pues de a1l1 era gobernador su padre, y cuando llegó éste, los seis persas decidieron asociarse también a Darío.”
En el apartado número 71, Heródoto nos cuenta lo siguiente: “Reuniéronse, pues, los siete a deliberar y juramentarse. Cuando le tocó a Darío dar su parecer, dijo así: Yo creía ser el único en saber que era el mago quien reinaba y que Esmerdis, hijo de Ciro, estaba muerto, y por ese motivo venía a prisa para concertar la muerte del mago. Pero, puesto que ha sucedido que también vosotros lo sabéis y no yo solo, mi parecer es que pongamos ahora mismo manos a la obra, sin demora, pues no redundaría en provecho nuestro. Dijo a esto Otanes: Hijo de Histaspes, de buen padre eres, y no te muestras menos grande que el que te engendró. Pero no apresures tan sin consejo esta empresa; antes tómala con prudencia. Para acometerla debemos ser más numerosos. Dice a esto Darío,: Varones presentes, sabed que si adoptáis el modo que dice Otanes, pereceréis miserablemente. Alguien os delatará al mago para lograr ventaja particular para sí mismo. Lo mejor fuera que vosotros solos os hubieseis encargado de hacerlo. Pero ya que resolvisteis dar parte en la empresa a un mayor número y me la comunicasteis a mí, o hagámosla hoy o sabed que si se os pasa el día de hoy, nadie ha de adelantarse a ser mi acusador, antes yo mismo os acusaré ante el mago.”
En el apartado setenta y dos de Talía, Heródoto nos cuenta como Otanes pide a Darío que les explique como entrar en el palacio.” Respondió así Otanes cuando vió el ímpetu de Darío: Ya que nos obligas a apresurarnos y no nos permites demora, EA, explica tú mismo de qué modo hemos de penetrar en palacio para acometerles. Creo que sabes, si no por haberlo visto, por haberlo oído, que hay guardias apostadas. ¿De qué modo las atravesaremos? Responde Darío en estos términos: Otanes, hay muchas cosas que no se pueden demostrar con palabras aunque sí con obras, y otras hay fáciles de palabra, pero ninguna obra espléndida sale de ellas. Sabed que no es nada difícil pasar por las guardias apostadas; ya, porque siendo nosotros de tal condición nadie habrá que no nos ceda el paso, unos quizá por respeto y otros quizá por miedo; ya, porque tengo un pretexto muy especioso con que pasar: diré que acabo de llegar de Persia y quiero, de parte de mi padre, decir al rey unas palabras. Porque donde es preciso mentir, mintamos, ya que una misma cosa ansiamos tanto los que mentimos como los que decimos la verdad. Mienten unos cuando persuadiendo con engaños han de ganar algo; dicen verdad otros para con la verdad sacar algún provecho y para que se confíe más en ellos. Así, no practicando lo mismo, ambicionamos lo mismo y, si nada se hubiese de ganar, tanto le daría al que dice la verdad ser mentiroso, como al que miente ser veraz. El portero que nos ceda el paso de buen grado, sacará después mejor partido; el que intente oponérsenos, quede ahí mismo por enemigo; luego penetremos dentro y acometamos la empresa.”
En el apartado número setenta y tres de Talía, Heródoto nos cuenta como Sobrias quiere que se solucione el problema ya que quiere que el imperio no sea gobernado por un medio mago sin orejas: “ Después de esto, dice Gobrias: Amigos, ¿cuándo se nos ofrecerá mejor ocasión de salvar el imperio o de morir si no fuésemos capaces de recobrarlo puesto que siendo persas tenemos por rey a un mago medo que, por añadidura, no tiene orejas? Cuantos os hallasteis presentes junto al enfermo Cambises, no podéis menos de acordaros, sin duda, de las maldiciones de que nos cargó al acabar su vida, si no procurábamos recobrar el imperio. Nosotros no le prestamos oído entonces, y nos pareció que Cambises hablaba para denigrar a su hermano. Ahora voto por que obedezcamos a Dario y porque no nos levantemos de esta reunión sino para ir en derechura contra el mago. Así dijo Gobrias, y todos aprobaron su parecer.”
En el apartado setenta y cuatro de alía, Heródoto nos cuenta como los magos convencen a Prexaspes para que proclamara en lo alto de una torre que era el soverano, ante los persas convocados por los magos; “Entretanto que deliberaban, sucedió por azar este caso. Los magos en consulta resolvieron atraerse a Prexaspes porque había sufrido indignidades de parte de Cambises, quien había dado muerte a su hijo a flechazos; por ser Prexaspes el único que sabía la muerte que con sus propias manos había dado a Esmerdis, hijo de Ciro; y por ser además uno de los que mayor reputación tenían entre los persas. Por estos motivos, los magos le llamaron, procuraron ganar su amistad, y le obligaron a empeñar su fe y juramentos de que guardaría secreto, y no revelaría a nadie el engaño que habían tramado contra los persas, prometiéndole dar todos los bienes del mundo. Prometió Prexaspes hacerlo y, cuando le hubieron convencido, le propusieron los magos este segundo partido: dijeron que ellos convocarían a todos los persas bajo el muro del palacio, y le ordenaron que subiese a una torre y proclamase que era su soberano Esmerdis, hijo de Ciro, y no otro ninguno. Esto le encargaban los magos por ser hombre de muchísimo crédito entre los persas, y porque muchas veces había manifestado su opinión de que vivía Esmerdis, hijo de Ciro, y había negado su asesinato.”
En el apartado número setenta y cinco de Talía, Heródoto nos sigue contando el relato de Prexaspes y como él mismo cuenta que por orden de Cambises había dado muerte a Esmerdis y después se suicida :”Como Prexaspes dijo hallarse también pronto para ello los magos convocaron a los persas, le hicieron subir a una torre y le invitaron a hablar. Entonces Prexaspes, olvidándose de intento de lo que los magos le habían pedido, comenzó a trazar en línea masculina la genealogía de Ciro desde Aquémenes; luego, al llegar a éste, dijo para terminar cuántas bondades Ciro había hecho a los persas. Después de referir todo esto, reveló la verdad y declaró que antes la había encubierto por no poder decir en salvo lo que había pasado, pero que en la hora presente se veía forzado a revelarlo. Contó, en efecto, que, obligado por Cambises, él mismo había dado muerte a Esmerdis, hijo de Ciro; y que quienes reinaban eran los magos. Luego de lanzar sobre los persas muchas imprecaciones, si no reconquistaban el poder y no castigaban a los magos, se arrojó de cabeza desde lo alto de la torre. Así murió Prexaspes que durante toda su vida fue varón principal.”
En el apartado número setenta y seis, Heródoto nos cuenta como los siete persas se ponen en marcha sin saber nada del suicidio de Prexaspes. Posteriormente se enteran de su muerte y es cuando aparecen los halcones que destrozan a los buitres, considerando esto como un buen agüero : “Entretanto los siete persas, decidido que hubieron ejecutar la obra al momento y no demorarla, se pusieron en marcha después de haber implorado a los dioses, y sin saber nada de lo que había pasado con Prexaspes. Se hallaban a la mitad del camino cuando oyeron lo que había sucedido con Prexaspes. Se apartaron entonces del camino y entraron de nuevo en consulta: los del partido de Otanes exhortaban con todas veras a diferir la empresa y no acometerla durante tal efervescencia; y los del partido de Dado insistían en ir al momento, hacer lo resuelto y no demorarlo. Mientras disputaban, aparecieron siete pares de halcones dando caza a dos pares de buitres, arrancándoles las plumas y destrozándoles el cuerpo. Al verlos, los siete aprobaron todos la opinión de Darío, y marcharon a palacio animados por los agüeros.”
En el apartado número setenta y siete de Talía, Heródoto nos cuaneta como dejaron para a los siete y como después estos se dedicaron a matar hasta entrar en la sala de los hombres: “Cuando se presentaron a las puertas les sucedió como se prometía Darío, pues los guardias, por respeto a tales varones, los primeros de Persia y por no sospechar que de ellos resultase nada semejante, les dieron paso, por dispensación divina, y nadie les interrogó. Cuando entraron luego en el patio, dieron con los eunucos que entraban los recados, quienes les preguntaron con qué fin habían venido, y mientras interrogaban a éstos, amenazaban a los guardias por haberles dejado pasar, y se oponían a los siete que querían avanzar. Éstos, animándose mutuamente, desenvainaron sus dagas, traspasaron ahí mismo a los que se les oponían, y se lanzaron a la carrera a la sala de los hombres.”
Y seguimos con el relato de Heródoto, en el aprtado número setenta y ocho. ”En ese instante los dos magos se hallaban dentro tomando consejo sobre el caso de Prexaspes. Apenas advirtieron el alboroto y gritería de los eunucos, volvieron a salir corriendo, y al ver lo que pasaba, acudieron a la violencia: el uno de ellos se adelantó a coger su arco, y el otro recurrió a su lanza. Y entonces vinieron a las manos. El mago que había tomado el arco no podía servirse de él, pues sus enemigos le atacaban de cerca; el otro, se defendía con su lanza, e hirió a Aspatines en un muslo y a Intafrenes en un ojo, e Intafrenes perdió el ojo por la herida, aunque por lo menos no murió. Mientras uno de los magos hería a estos dos, el otro, ya que de nada le servía el arco, como había un aposento que daba a la sala de los hombres, se refugió en éste, y quiso cerrar las puertas: pero dos de los siete, Darío y Gobrias, se precipitaron con él. Gobrias se abrazó con el mago: Darío, que estaba al lado, no sabía qué hacer (pues estabán a oscuras), por temor de herir a Gobrias. Viéndole ocioso a su lado, Gobrias le preguntó por qué no empleaba las manos. Darío dijo: Por temor de herirte y Gobrias replicó: Clava la espada, aunque sea por medio de los dos. Obedeció Dario, clavó la daga y acertó al mago.”
En el apartado número setenta y nueve de Talía, Heródoto sigue con el relato y nos cuenta que cortaron la cabeza a los magos y cinco salieron llevando las cabezas de los magos enseñándoselas a los persas: “Después de matar a los magos y de cortarles la cabeza, dejaron allí a sus heridos, a causa de su debilidad y para guardar el alcázar. Los otros cinco salieron corriendo, llevando las cabezas de los magos y, llenando todo de vocerío y estrépito, llamaban a los demás persas, les contaban el acontecimiento, les mostraban las cabezas y al mismo tiempo mataban a todo mago que les saliera al encuentro. Los persas, enterados de lo que habían ejecutado los siete y de la impostura de los magos, consideraban que ellos debían hacer otro tanto; desenvainaron sus dagas y dondequiera hallaban un mago lo mataban. Y de no sobrevenir la noche y detenerles, no hubiesen dejado ningún mago. Los persas festejan en común este día más que todos los días y celebran en él una gran fiesta, la cual se llama Matanza de magos; en ella no está permitido a ningún mago comparecer en público: ese día se están los magos en su casa.”
Heródoto nos cuenta como Otanes considera que ningún hombre solo sea soberano y cuenta sus razones (Talía , apartado número ochenta): ”Sosegado ya el tumulto, y pasados cinco días, los que se habían levantado contra los magos deliberaron sobre toda la situación, y dijeron discursos increíbles para algunos griegos, aunque los dijeron, no obstante. Aconsejaba Otanes que los asuntos se dejasen en manos del pueblo, y les decía así: Es mi parecer que ya no sea más soberano de nosotros un solo hombre, pues ni es agradable ni provechoso. Vosotras sabéis a qué extremo llegó la insolencia de Cambises, y también os ha cabido la insolencia del mago. ¿Cómo podría ser cosa bien concertada la monarquía, a la que le está permitido hacer lo que quiere sin rendir cuentas? En verdad, el mejor hombre, investido de este poder, saldría de sus ideas acostumbradas. Nace en él insolencia, a causa de los bienes de que goza, y la envidia es innata desde un principio en el hombre. Teniendo estos dos vicios tiene toda maldad. Saciado de todo, comete muchos crímenes, ya por insolencia, ya por envidia. Y aunque un tirano no debía ser envidioso, ya que posee todos los bienes, con todo, suele observar un proceder contrario para con sus súbditos: envidia a los hombres de mérito mientras duran y viven, se complace con los ciudadanos más ruines y es el más dispuesto para acoger calumnias. Y lo más absurdo de todo: si eres parco en admirarle se ofende de que no se le celebre mucho; pero si se le celebra mucho, se ofende de que se le adule. Voy ahora a decir lo más grave: trastorna las leyes de nuestros padres, fuerza a las mujeres y mata sin formar juicio; en cambio, el gobierno del pueblo ante todo tiene el nombre más hermoso de todos, isonomia (igualdad de la ley); en segundo lugar, no hace nada de lo que hace el monarca: desempeña las magistraturas por sorteo, rinde cuentas de su autoridad, somete al público todas las deliberaciones. Es, pues, mi opinión que abandonemos la monarquía y elevemos al pueblo al poder porque en el número está todo",
eguimos con Talía, y en el apartado número ochenta y uno, Heródoto nos cuenta como Megabizo responde a lo que Otanes dice y habla de que no se puede caer en la tirania de un hombre, para caer en la tiranía de todo un pueblo. “Tal fue la opinión que dió Otanes. Pero Megabizo les exhortó a confiar los asuntos a la oligarquía y dijo así: Lo que ha dicho Otanes para abolir la tiranía quede como dicho también por mí; mas, en cuanto mandaba entregar el poder al pueblo, no ha acertado con la opinión más sabia. Nada hay más necio ni más insolente que el vulgo inútil. De ningún modo puede tolerarse que, huyendo de la insolencia de un tirano, caigamos en la insolencia del pueblo desenfrenado, pues si aquél hace algo, a sabiendas lo hace, pero el vulgo ni siquiera es capaz de saber nada. ¿Y cómo podría saber nada, cuando ni ha aprendido nada bueno, ni de suyo lo ha visto y arremete precipitándose sin juicio contra las cosas, semejante a un río torrentoso? Entreguen el gobierno al pueblo los que quieran mal a los persas. Nosotros escojamos un grupo de los más excelentes varones, y confiémosles el poder; por cierto, nosotros mismos estaremos entre ellos; y es de esperar que de los mejores hombres partan las mejores resoluciones.
En el apartado ochenta y dos, Heródoto nos sigue relatando lo qu aconteció después, Darío el tercero habla dando su opinión: Tal fue la opinión que dio Megabizo. Darío, el tercero, expresó sú parecer con estas palabras: Lo que tocante al vulgo ha dicho Megabizo, me parece atinado pero no lo que mira a la oligarquía, porque de los tres gobiernos que se nos presentan, y suponiendo a cada cual el mejor en su género -la mejor democracia, la mejor oligarquía y la mejor monarquía-, sostengo que esta última les aventaja en mucho. Porque no podría haber nada mejor que un solo hombre excelente; con tales pensamientos velaría irreprochablemente sobre el pueblo y guardaría con el máximo secreto las decisiones contra los enemigos. En la oligarquía, como muchos ponen su mérito al servicio de la comunidad, suelen engendrarse fuertes odios particulares, pues queriendo cada cual ser cabeza e imponer su opinión, dan en grandes odios mutuos, de los cuales nacen los bandos, de los bandos el asesinato, y del asesinato se va a parar a la monarquía, y con ello se prueba hasta qué punto es éste el mejor gobierno. Cuando, a su vez, manda el pueblo, es imposible que no surja maldad, y cuando la maldad surge en la comunidad, no nacen entre los malvados odios, sino fuertes amistades, pues los que hacen daño a la comunidad son cómplices entre sí. Así sucede hasta que un hombre se pone al frente del pueblo y pone fin a sus manejos; por ello es admirado por el pueblo y, admirado, le alzan por rey; con lo cual también éste enseña que la monarquía es lo mejor. Y, para resumirlo todo en una palabra, ¿de dónde nos vino la libertad y quién nos la dio? ¿Fue acaso el pueblo, la oligarquía o un monarca? En suma, mi parecer es que libertados por un solo hombre mantengamos el mismo sistema y, fuera de esto, no alteremos las leyes de nuestros padres que sean juiciosas; no redundaría en nuestro provecho.
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