jueves, 8 de diciembre de 2011

Poesía en el Antiguo Egipto


¡Ah!, ojalá puedas apresurarte hacia tu amante,
como una gacela macho que huye en el desierto.
Sus pues están heridos y sus miembros cansados,
el temor habita en su pecho.

Los cazadores la persiguen, los perros la rodean,
el polvo que levanta la esconde.
Un reposo le parece una traba
y elige como camino el río.

¡Ah!, ojalá puedas alcanzar mi refugio,
antes que tiempo haya de besar cuatro veces tu mano.
Buscas el amor de tu amada,
Pues la Dorada te la ha destinado, ¡oh amigo mío!
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La única, la amada, la sin par,
la más bella del mundo,
mírala, parece el lucero del año nuevo,
en el umbral de una bella anualidad.

Aquella cuya gracia brilla, cuya piel resplandece,
tiene ojos de claro mirar,
y labios de dulce hablar.
Palabra superflua alguna, jamás le oirás pronunciar.
Ella, la del cuello largo, la del pecho luminoso,
posee una cabellera de lapislázuli hermoso.
Sus brazos sobrepasan el resplandor del oro,
Cada uno de sus dedos es como un cáliz de loto.

La de la cintura lánguida y las caderas finas,
cuyas piernas preservan la belleza,
cuyos andares están llenos de nobleza,
cuando pone los pies sobre la tierra,
con sus besos me arrebata el corazón.

Hace que todos los hombres
Se vuelvan a contemplarla.
Y a aquel a quien saluda, hace sentir feliz.
Pues entre los muchachos el primero se cree así.
Cuando de su morada sale,
uno cree ver a Aquella que es única.

(Cantos de amor del antiguo egipto.trad; B.Folch, editor Olañeta)
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Con su voz, mi amado turbó mi corazón,

y me ha dejado presa de la languidez.

Vive junto a la casa de mi madre,

y en cambio no sé cómo ir hasta él.

¿Acaso, en mi aventura, podría mi madre ser buena?

¡Ah! Pues me iré a verla.

Mira, mi corazón rehúsa pensar en él,

incluso cuando su amor me arrebata.

Mira, es un insensato,

Pero yo me lo parezco.

No conoce mi deseo de tomarlo entre mis brazos.

No sabe que hasta mi madre por él he caminado.

Amado mío, ¡ojalá Dorada
a ti me haya destinado!

Ven a mí, que vea tu belleza,

que padre y madre felices sean,

que los hombres todos te festejen,

oh amado mío, y te celebren.
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Siete días llevo a mi amada sin ver.

Y sobre mí se abate ya la languidez.

Mi corazón se hace pesado.

Hasta mi vida he olvidado.



Cuando los médicos a mi casa vienen,

Sus remedios no me sanan,

Los magos expediente no hallan,

No se descubre mi enfermedad.



Pero si me dicen: “Mira, ella está aquí”,

Pronto vuelvo e mí

Su nombre es lo que me reconforta.

Las idas y venidas de su mensajero

Mantienen a mi corazón eterno.



Mi amada es para mí el mejor de los remedios,

Para mí es más que un formulario,

Su venida es mi amuleto,

recobro la salud cuando la veo.

Cuando abre los ojos, mi cuerpo de nuevo es joven.

Cuando habla, me hace fuerte.

Cuando la tomo en mis brazos, aparta de mí todo mal.

Ahora de mí se ha alejado, siete días hace ya.
(Cantos de amor del antiguo egipto.trad; B.Folch, editor Olañeta)
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Mi corazón contemplar su belleza esperaba

cuando en su morada sentada me encontraba.

Allí encontré a Mehi, que en su carroza pasaba,

rodeado de sus jóvenes muchachos.



No sé cómo evitarlo.

¿Pasaré junto a él sin saludarlo?

Ya el río se me aparece como un camino,

Pues no sé adónde mis pasos dirigir.



Cuán ignorante eres, corazón mío.

¿Por qué quieres pasar junto a Mehi sin hablarle?

Claro, si paso cerca de él,

le revelaré mis sentimientos.



“Mira, soy tuya”, le haría comprender,

pero él gritará mi nombrey me entregará a la casa

de uno de esos que le siguen.
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"Si vas a la alcoba de tu amada
Cuando ella está sola sin nadie
Puedes hacer lo que desees con el cerrojo
Las cortinas volaran
Cuando el cielo se venga abajo con el viento
Pero no se llevara su fragancia
Cuando ella te ofrezca su abundancia de aroma
Intoxicando todo cuanto esté presente"



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