lunes, 28 de noviembre de 2011

Heródoto y el Nilo IV




En el apartado treinta y dos de Euterpe, Heródoto nos habla de las fuentes del Nilo:”No obstante, he aquí lo que oí de boca de algunos cireneos: decían que habían ido al oráculo de Amón, y habían entrado en coloquio con Etearco, rey de los amonios, y que de conversación en conversación, vinieron a hablar sobre el Nilo, y sobre que nadie conocía sus fuentes. Etearco contó que una vez habían llegado a su presencia unos nasamones (este pueblo es libio y ocupa la Sirte y el territorio situado a Oriente de la Sirte en un corto espacio); cuando llegaron los nasamones y se les preguntó si podrían contar algo más acerca de los desiertos de la Libia, le refirieron que hubo en su tierra ciertos jóvenes audaces, hijos de hombres poderosos, que al llegar a la edad viril habían discurrido, entre otras extravagancias, sortear a cinco de entre ellos para ver los desiertos de la Libia y si podían ver algo más que los que habían visto las tierras más remotas. Porque la costa mediterránea de la Libia, empezando desde Egipto hasta el cabo Soloente, que pone fin a la Libia, la pueblan toda los libios (y diversas tribus de libios), salvo lo que ocupan griegos y fenicios; pero más allá de la costa y de los pueblos próximos al mar, Libia es región de fieras; y más allá de la región de fieras es un arenal, terriblemente árido y del todo desierto. Aquellos jóvenes, despachados por sus camaradas y bien provistos de víveres y de agua, pasaron primero por la región poblada; después de recorrer ésta llegaron a la región de las fieras, y desde ésta atravesaron el desierto, enderezando el camino hacia el viento Oeste. Después de recorrer un vasto arenal durante muchos días, vieron por fin árboles en una llanura, y acercándose empezaron a echar mano al fruto que estaba sobre los árboles. Mientras estaban cogiéndolo, les atacaron ciertos hombrecillos, de menos de mediana altura, los apresaron y se los llevaron; los nasamanes no entendían su lengua ni los que los llevaban entendían la de los nasamones. Los llevaron por dilatados pantanos, y después de recorridos éstos, a una ciudad en la cual todos tenían la misma talla que los conductores, y eran menos negros. Junto a la ciudad corría un gran río, de Poniente a Levante, y en él se veían cocodrilos.”
En el párrafo treinta y tres de Euterpe, Heródoto nos habla de la fábula de Etearco y de la procedencia del río Nilo y lo compara con el Istro:” Hasta aquí contaré la fábula de Etearco el amonio; añadiré sólo que decía, según contaban los cireneos, que los nasamones habían vuelto, y que los hombres a los cuales habían llegado eran todos hechiceros. Etearco conjeturaba que el río que bordeaba la ciudad era el Nilo, y la razón así lo quiere. En efecto, el Nilo viene de Libia, y la corta por el medio; y según conjeturo, juzgando lo desconocido por lo manifiesto, nace a la misma distancia que el Istro. Porque el Istro comienza desde la ciudad de Pirena, en la región de los celtas y corre cortando a Europa por el medio (los celtas están más allá de las columnas de Heracles, lindantes con los cinesios, los cuales, de todos los pueblos establecidos en Europa, son los que viven más a Poniente); y termina el Istro desembocando en el ponto Euxino, después de atravesar Europa, en donde se encuentra Istria, poblada por los colonos de Mileto.”

En el párrafo treinta y cuatro de Euterpe, Heródoto nos sigue hablando sobre el río Nilo: “El Istro, como corre por tierra poblada, es de muchos conocido, pero nadie puede hablar sobre las fuentes del Nilo, porque la Libia a través de la cual corre es desierta y despoblada. Queda dicho sobre su curso, hasta donde me fue posible llegar con mis investigaciones. El Nilo va a parar a Egipto, y Egipto cae más o menos enfrente de la Cilicia montuosa; desde allí hasta Sinope en el ponto Euxino hay camino recto de cinco días para un hombre diligente. Sinope está enfrente del paraje donde el Istro desemboca en el mar. Así, me parece que el Nilo, que atraviesa toda la Libia, es igual al Istro.”

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