viernes, 25 de noviembre de 2011

La historia de Egipto según Heródoto XI

Y seguimos con Talía, en el párrafo ochenta y tres Heródoto nos habla de la toma de decisiones sobre las propuestas: “ de Tales fueron las tres opiniones propuestas; los cuatro que restaban de los siete se adhirieron a la última. Otanes, que ansiaba establecer la igualdad de derechos para los persas, al ver desechada su opinión, dijo en medio de ellos: Conjurados, está visto que uno de nosotros ha de ser rey, ya lo obtenga por suerte, ya lo elija la multitud de los persas a cuyo arbitrio lo dejemos, ya por cualquier otro medio. Yo no competiré con vosotros porque ni quiero mandar ni ser mandado. Cedo mi derecho al reino a condición de no estar yo ni mis descendientes a perpetuidad a las órdenes de ninguno de vosotros. Así habló, y como convinieron los seis en la condición, no entró en competencia con ellos Otanes sino que se quitó de en medio; y, ahora esa casa continúa siendo la única libre entre los persas, y se le manda sólo lo que ella quiere, sin transgredir las leyes de los persas.”
En el párrafo ochenta y cuatro, Heródoto nos sigue contando lo que pasó y la concesión de privilegios a Otanes y para ellos mismos: “Los restantes de los siete deliberaban sobre el más justo modo para alzar rey y decidieron conceder como privilegio a Otanes y a sus descendientes a perpetuidad, si el reino recaía en algún otro de los siete, cada año, una vestidura meda, y todos los regalos que se miran entre los persas como los más honoríficos. Resolvieron concederle tales dones por esta causa: por haber sido el primero en planear el golpe y porque los había reunido. Tales, pues, fueron los privilegios de Otanes, y éstos, los que otorgaron para todos ellos en común: cualquiera de los siete podría entrar en palacio cuando quisiese sin introductor, a menos que el rey estuviese durmiendo con una mujer, y el rey no podría tomar esposa sino de la familia de los conjurados. Tocante al reino, resolvieron lo que sigue: montar los seis a caballo en el arrabal y que fuese rey aquel cuyo caballo relinchase primero al salir el sol.”
En el párrafo número ochenta y cinco de Talía, Heródoto nos habla de Ebares, caballerizo de darío:”Tenía Dario como caballerizo un hombre discreto por nombre Ebares. Cuando se separaron, Darío dijo así a este hombre: Ebares, en cuanto al reino hemos decidido esto: montaremos a caballo, y será rey aquel cuyo caballo relinche primero al nacer el sol. Ahora, pues, si alguna habilidad tienes, ingéniate para que yo, y no otro alguno posea este honor. Responde Ebares en estos términos: Si en verdad, señor, de eso depende que seas rey o no, sosiégate y ten buen ánimo, que nadie será rey sino tú: tales drogas poseo. Replicale Dario: Si algún ardid posees, tiempo es de usarlo sin demora, pues mañana mismo será nuestro certamen. Oido lo cual, Ebares hizo lo siguiente: cuando llegó la noche, tomó una de las yeguas, la que más amaba el caballo de Dario; la llevó al arrabal, la ató, y condujo allí el caballo de Dario, le hizo dar mil vueltas cerca de la yegua, permitiéndole rozarla, hasta que al cabo le dejó cubrirla.”
Heródoto en el párrafo ochenta y seis nos cuenta como al montar a caballo Darío se produce al mismo tiempo un gran rayo y se oye un trueno, considerándose eso como un prodigio, y algunos se postraron ante él :”Cuando rayó el día, los seis, y conforme a lo convenido, comparecieron a caballo y atravesaban el arrabal, cuando al llegar al paraje donde la yegua había estado atada la noche pasada, dio una cabalgada el caballo de Darío y relinchó. Al mismo tiempo que hacia esto el caballo, corrió un rayo por el cielo sereno y retumbó un trueno. Añadidos estos prodigios como un acuerdo en favor de Darío, le consagraron: los otros echaron pie a tierra y se prosternaron ante él.”
En el apartado ochenta y siete, Heródoto nos sigue relatando los hechos, : “De ese modo cuentan algunos el artificio de Ebares; otros de este otro (pues de ambos modos lo cuentan los persas): dicen que Ebares aplicó antes su mano al vientre de la yegua y la tuvo escondida en sus bragas, pero al momento de salir el sol, cuando debían partir los caballos, Ebares sacó esa mano y la llevó a las narices del caballo, el cual, percibiendo el olor, resopló y relinchó.”
eguimos con el relato de Heródoto y en el apartado siguiente, el ochenta y ocho nos cuenta como Darío fue proclamado rey y su matrimonio con dos hijas de Ciro: “Darío, hijo de Histaspes, fue entonces proclamado rey y, salvo los árabes, fueron sus súbditos todos los pueblos del Asia, que había sometido antes Ciro y después Cambises. Los árabes nunca prestaron obediencia como esclavos a los persas, si bien se hicieron aliados al dar paso a Cambises para el Egipto, ya que, de oponerse los árabes, los persas no hubieran podido invadir el Egipto. Darío contrajo las más altas bodas, a juicio de los persas, con dos hijas de Ciro, Atosa y Artistona (Atosa, casada primero con su hermano Cambises, y después con el mago; Artistona, doncella). Casó asimismo con Parmis, hija de Esmerdis, hijo de Ciro y tuvo también a la hija de Otanes, que habia puesto en descubierto al mago. Todo estaba lleno de su poderío. Mandó lo primero labrar y erigir un bajorrelieve de piedra en el que estaba un jinete, e hizo grabar una inscripción que decía: Darío, hijo de Histaspes, por el mérito de su caballo (y decía su nombre) y de su caballerizo Ebares, adquirió el reino de los persas.”
Debido a que es interesantísima la historia, la continúo cn los siguientes apartados de Talía, y después volveré a los párrafos de Euterpe y Talía que aun me quedan y en los que Heródoto habla sobre Egipto, asi es que a continuación cito el párrafo ochenta y nueve. El establecimiento de las satrapías, fijación de tributos, división de reinos…:”Luego estableció entre los persas veinte gobiernos que ellos llaman satrapías; y después de establecerlos y de nombrar sus gobernadores. Fijó los tributos que debía pagarle cada pueblo, anexando a los pueblos sus limítrofes y más allá de los colindantes, agrupando los pueblos más alejados con unos u otros de los primeros. Dividió los gobiernos y la rendición anual de los tributos de la siguiente manera: los pueblos que pagaban con plata tenían orden de pagar en talentos babilónicos; y los que pagaban con oro, en talentos euboicos: el talento babilónico equivale a sesenta minas euboicas. Pues en el reinado de Ciro y luego en el de Cambises, no se había establecido nada acerca del tributo, y los pueblos contribuían con donativos. Por esta fijación del tributo y por otras medidas semejantes, dicen los persas que Daría fue un mercader, Cambises un señor y Ciro un padre; aquél porque de todo hacia comercio; el otro porque era áspero y desdeñoso; y el último porque era bondadoso y les había procurado todos los bienes.”
En el párrafo noventa de Talia, Heródoto nos habla de los diferentes grupos :”De los jonios, de los magnesios del Asia, de los eolios, de los carios, de los lidos, de los milias y de los panfilios (pues un solo tributo había sido impuesto a todos ellos) le entraba cuatrocientos talentos de plata; ésa era la primera de las provincias establecidas por él. De los misios, de los lidias, de los lasonios, de los cabaleos, y de los hiteneos, le entraban quinientos talentos: ésa era la segunda. provincia. De los pueblos del Helesponto, que caen a la derecha del que entra en ese mar, de los frigios, de los tracios del Asia, de los paflagonios, de los mariandinos, de los sirios, era el tributo trescientos sesenta talentos: ésa era la tercera provincia. Los cilicios proporcionaban trescientos sesenta caballos blancos, uno por día, y quinientos talentos de plata, de los cuales ciento cuarenta se gastaban en la caballería apostada en Cilicia, y los trescientos sesenta restantes iban a manos de Daría: ésa era la cuarta provincia.”
En el párafo noventa y uno, Heródoto nos cuenta lo siguiente: “Desde la ciudad de Posideo, fundada por Anfíloco, hijo de Anfiarao, en los confines de Cilicia y Siria, desde ésta hasta Egipto (salvo la región de los árabes, que era franca), el tributo era de trescientos talentos; esa provincia abarca toda Fenicia, la Siria llamada Palestina y Chipre: ésa era la quinta provincia. Del Egipto, de los libios, confinantes con el Egipto, de Cirene y de Barca (que estaban alineadas con la provincia del Egipto), entraban setecientos talentos, aparte el dinero proveniente del lago Meris, el cual provenía de la pesca; aparte, pues, este dinero y las cantidades de trigo, entraban setecientos talentos, porque los egipcios distribuyen ciento veinte mil medimnos de trigo entre los persas que están de guarnición en el Alcázar Blanco de Menfis y entre sus auxiliares: ésa era la sexta provincia. Los satagidas, los gandarios, los dadicas y los aparitas, reunidos en un mismo grupo, contribuían con ciento setenta talentos: ésa era la séptima provincia. De Susa con lo demás del país de los cisios, entraban trescientos talentos: ésa era la octava provincia.”
Continuamos con el apartado número noventa y dos de Talia, Heródoto nos cuenta lo siguiente sobre el reparto: “De Babilonia con lo restante de la Asiria, le entraban mil talentos de plata, y quinientos niños eunucos: ésa era la novena provincia. De Ecbátana con el resto de la Media, de los paricanios y de los ortocoribancios, entraban cuatrocientos cincuenta talentos: ésa era la décima provincia. Los caspios, los pausicas, los pantimatos y los daritas, que pagaban tributo juntos, aportaban doscientos talentos: ésa era la undécima provincia. Desde los bactrianos hasta los eglos, el tributo era de trescientos sesenta talentos: ésa era la duodécima provincia.”
Seguimos con las divisiones en el párrafo noventa y tres de Talía; “De la Pacíica, de la Armenia y pueblos comarcanos hasta el Ponto Euxino, era de cuatrocientos talentos: ésa era la décimo tercera provincia. De los sagarcios, de los sarangas, de los tamaneos, de los ucios, de los micos y de los habitantes de las islas del mar Eritreo, en las cuales confina el rey a los que llaman deportados, provenían seiscientos talentos de contribución: ésa era la decimocuarta provincia. Los sacas y los caspios, pagaban doscientos cincuenta talentos: ésa era la decimoquinta provincia. Los partos, los corasmios, los sogdos y los arios, trescientos talentos: ésa era la decimosexta provincia.”
En el párrafo noventa y cuatro de Talía, Heródoto sigue con las provincias: “Los paricanios y los etíopes del Asia pagaban cuatrocientos talentos: ésa era la decimoséptima provincia. A los macienos, saspires y alarodios, se les había fijado doscientos talentos: ésa era la décimooctava provincia. A los moscos, a los tibarenos, macrones, mosinecos y mardos, se les había impuesto trescientos talentos: ésa era la decimonona provincia. El número de los indios sobrepasa en mucho al de todos los pueblos que nosotros sepamos, y pagaban un tributo comparable al de todos los demás juntos, consistente en trescientos sesenta talentos de oro en polvo: ésa era la vigésima provincia.”
Heródoto nos cuenta lo siguente en el párrafo noventa y cinco "Ahora, reducido el talento de plata de Babilonia al talento euboico, resultan nueve mil quinientos cuarenta talentos euboicos. Y contado el oro como trece veces más valioso que la plata, se halla que el polvo de oro equivale a cuatro mil seiscientos ochenta talentos euboicos: sumado todo esto, se reunía en conjunto para Darío como contribución anual catorce mil quinientos sesenta talentos euboicos, y todavía dejo sin decir lo que era menor que estas cantidades."
Seguimos con la Historia según Heródoto, y en Talía, párrafo noventa y seis leemos lo siguiente: “Tal era el tributo que percibía Darío del Asia y de una pequeña parte de Libia. Andando el tiempo, percibió también otro tributo de las islas del Asia menor, y de los habitantes de Europa, hasta Tesalia. El rey atesora este tributo del modo siguiente: funde el oro y la plata y los vierte en unas tinajas de barro; una vez llena la vasija, quita el barro y, cuando necesita dinero, hace acuñar la cantidad que cada vez necesita.”
En el párrafo noventa y siete, Heródoto nos habla de las provincias y las tasas, nos comenta como Persia es el único país sin tasas y nos cita los países sometidos que no debian pagar las mismas. “ Tales eran las provincias y las tasas de tributo. Persia es el único país que no he contado como contribuyente, porque los persas moran en país franco. Los siguientes pueblos no habían recibido orden de pagar tributo, pero presentaban donativos: los etíopes confinantes con el Egipto, a los cuales había sometido Cambises en la expedición contra los etíopes de larga vida; están establecidos alrededor de la sagrada Nisa y celebran las festividades de Dioniso. Esos etíopes y los limítrofes usan el mismo grano que los indios calancias, y tienen casas subterráneas; entrambos presentaban, y presentan todavía hasta hoy, año por medio, dos quénices de oro nativo, doscientos troncos de ébano, cinco niños etíopes y veinte grandes colmillos de elefante. Los colcos que se habían impuesto el donativo y sus vecinos hasta el monte Cáucaso (pues hasta este monte llega el dominio de los persas, y los que se encuentran al norte del Cáucaso ya no se preocupan de los persas), esos pueblos, pues, presentaban hasta mis tiempos, cada cuatro años, los donativos que se habían impuesto: cien mancebos y cien doncellas. Los árabes presentaban cada año mil talentos de incienso. Tales eran los donativos que esos pueblos traían al rey, fuera del tributo.”

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